Salí con un compañero a sacar fotos de la Puerta. Cuando llegamos a mi monumento fantástico, él me miró, confuso: “Es una puerta…” dijo él, como si yo fuera loca por elegir un lugar tan banal como éste... o quizás me equivoqué de lugar.
Sí, es una puerta, una puerta cualquiera tal vez para los que no la conocen. Yo conozco la puerta, ambos apellidos y su plato favorito. No sé su fecha de nacimiento ni cuántos hermanos tiene pero poco a poco nos vamos conociendo mejor.
Esta puerta me llamó la atención hace unas semanas cuando la vi en un momento muy vulnerable; el dueño de la puerta la estaba pintando amarillo. Amarillo sobre amarillo sobre rosada sobre más amarillo. Se nota por las manchas en el suelo que hubo en tiempo en cual la puerta era rosada. Un color rosado feo. Ahora la puerta recibe cada mes, semana, no sé, el equivalente metálico de un tratamiento de spa; otra capa de amarillo puro.
Usualmente una puerta pintada me parecería normal, banal, nada especial. Pero esta puerta es una excepción por su ubicación: Valparaíso. Aunque esté en camino al cerro turístico (un lugar más “limpio” -para no ofender los turistas), está todavía en una ciudad en cual todas superficies están utilizadas para el graffiti, murales, rayas, firmas, etc.
Un día vi al señor de 175 Almirante Montt pintando la puerta. Yo creo que alguien había rayado la puerta y él estaba cubriendo la evidencia; porque llegué cuando él tenía la mitad pintado y yo vi que estaba pintando amarillo sobre amarillo.
Pintó con una paciencia casi tangible. Irradiaba paciencia. Tenía mucho respeto es este momento por este hombre que era tan meticuloso que pintaba amarillo sobre amarillo para cubrir una rayas que supongo que estaban allí.
Día tras día, observé e inspeccioné la puerta para ver si alguien la había ofendido con más graffiti: no, siguió brillar su amarillo claro y puro. Después de unas semanas desarrollé una fascinación por la puerta porque nunca más la vi con ninguna raya. Puede ser que había aparecido algo y el Señor 175 lo cubrió al tiro y no lo vi; pero prefiero la teoría mía –la puerta con sus mil capas de amarillo transmite una suplicación silenciosa de no la tocar y una promesa de nunca rendirse a los delincuentes que le faltan respeto.
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